Un océano oculto bajo nuestros pies
La idea de un vasto depósito de agua oculto en el interior de la Tierra deja de ser ciencia ficción. Investigadores en Estados Unidos describen una reserva tan colosal que triplicaría el volumen de los océanos superficiales, pero confinada a cientos de kilómetros bajo la superficie.
No se trata de mares que rompen en costas, sino de agua atrapada en la roca, integrada en minerales que dominan la zona de transición del manto. Esa profundidad, cercana a los 700 km, redefine cómo entendemos el planeta y su ciclo de agua.
Descubrimiento en la zona de transición
El hallazgo se apoya en el mineral ringwoodita, un silicato de magnesio que puede albergar agua en su red cristalina. En esas condiciones extremas, el “océano” no es líquido, sino moléculas de agua atrapadas en la estructura del mineral.
Esta ringwoodita aparece entre los 410 y 660 km, un corredor llamado zona de transición, donde la presión transforma la roca en formas exóticas. Allí, la presencia de agua modifica sus propiedades físicas, con señales que la sismología puede detectar.
Cómo lo detectaron
Una red de miles de sismógrafos registró el paso de ondas de numerosos terremotos, creando un mapa de velocidades en profundidad. Las ondas atraviesan más rápido la roca seca que la roca con agua, revelando zonas anómalas de gran escala.
Al comparar cientos de registros, los científicos distinguieron patrones consistentes con roca “húmeda” en el manto. Esta firma sísmica sugiere una cantidad asombrosa de agua encerrada a gran profundidad.
“Lo importante no es imaginar un mar subterráneo, sino comprender un manto húmedo que controla el destino del agua de la Tierra”, señaló un investigador del equipo. Esa matización cambia la narrativa y evita malentendidos.
Implicaciones para el ciclo del agua
Si el manto guarda tanta agua, el ciclo no es solo “evaporación, lluvia y océano”, sino un sistema profundo que intercambia agua con la superficie. La subducción lleva agua hacia abajo; el vulcanismo la devuelve en forma de gases y fluidos.
Este depósito podría estabilizar el nivel de los mares a lo largo de eras, amortiguando épocas de pérdida o exceso. También explicaría variaciones en la fusión del manto y la química de magmas en diferentes regiones.
- Influye en la viscosidad del manto y en el movimiento de placas tectónicas.
- Modula la generación de magmas y la actividad volcánica.
- Aporta una reserva que equilibra el nivel de los océanos a largo plazo.
- Reescribe el origen y el “almacenamiento” del agua en la Tierra.
¿Qué significa “océano” aquí?
Decir “océano” evoca oleaje, pero aquí es agua incorporada a la ringwoodita y minerales afines. Bajo tremendas presiones, las moléculas se integran en la red cristalina, cambiando densidad, elasticidad y velocidad sísmica.
Ese estado permite que el agua viaje entre granos de roca, se movilice con el calor y afecte procesos del manto. No vemos un mar abierto, pero sí un sistema hídrico profundo con efectos muy reales.
Entender este matiz evita exageraciones y dirige la atención a lo que importa: un ciclo interno capaz de regular la superficie durante inmensos periodos de tiempo.
Un nuevo mapa del interior húmedo
El uso de grandes redes sismológicas ha sido crucial para “iluminar” estas zonas. Las anomalías repetidas, alineadas con la geofísica experimental de la ringwoodita, aportan un caso robusto para un manto hidratado.
Al combinar sismología con experimentos de alta presión y simulaciones, surge un cuadro coherente. La Tierra no es una esfera seca, sino un sistema donde el agua es agente geodinámico.
Mirando hacia adelante
Los próximos pasos incluyen ampliar el muestreo global con estaciones en otros continentes y océanos remotos. Más datos ayudarán a delimitar el tamaño, la continuidad y la variabilidad de este reservorio.
Si se confirma su extensión planetaria, habrá que recalibrar modelos de clima profundo y evolución térmica del planeta. También cambia cómo interpretamos señales volcánicas y riesgos asociados a zonas de subducción.
Comprender este océano escondido no solo sacia la curiosidad; puede orientar políticas de riesgos geológicos y mejorar nuestras previsiones a escala de siglos y milenios. A veces, los secretos más grandes están bajo nuestros pies.