Las callecitas de Tinogasta ya huelen a adobe tibio y algarrobo recién cortado. El rumor de un festival nuevo corre entre patios, hornos y galerías, como una luz que despierta la memoria. Vecinos, artesanos y músicos están ensamblando una fiesta que cruza raíces y futuro, con un pulso andino que quiere quedarse.
Un latido que nace del barro
Este proyecto brotó en una peña chiquita, cuando un grupo de artesanos propuso convertir los muros en escenarios vivos. “Queríamos que el adobe contara su historia con luces y sonidos”, dice Milagro Ávila, gestora cultural de la comuna. La idea creció sin prisa, con el ritmo serrano de quienes trenzan fibras y afinan charangos.
El centro será un circuito nocturno por la Ruta del Adobe, intervenido con faroles de arcilla y mapping de pequeñas escalas, alimentado por energía solar. “Nada estridente, todo humano y cerca”, resume Don Roldán, maestro hornero que encenderá los primeros braseros.
¿Qué lo hace distinto?
Aquí no hay grandes escenarios ni vallados gigantes, sino patios abiertos y sombras que conversan. La curaduría privilegia lo intangible: el saber hacer, el gesto mínimo, la emoción que cabe en una copla.
- Talleres de barro y cal con maestras adoberas
- Degustación de vinos de altura y panes de horno de barro
- Serenatas a la vera de acequias con guitarras criollas
- Mapeo lumínico sobre muros de adobe con relatos locales
- Desfile de faroles de arcilla y tambores silenciosos
“Este año no buscamos multitudes, buscamos miradas cómplices”, apunta Pedro Laciar, productor y vecino. Habrá estaciones para escuchar relatos de viejos pobladores, con sillas bajas y mate compartido.
El programa en detalle
La ruta inicia al caer la tarde, cuando los cerros viran a malva y los hornos de barro exhalan su primer suspiro. Se encienden faroles de abeja y aceite, hechos en talleres de cerámica del pueblo. Las familias van llegando con ponchos y mantas, y en cada patio una música distinta.
Primer tramo: patio de Doña Nieves, con rescate de cantos copleros. Segundo tramo: antiguo oratorio de San Pedro, con cuerdas, ronroco y aire de zamba. Tercero: “La Olla”, explanada donde los hornos asan verduras y panes de masa madre, mientras un luthier explica cómo vibra un charango sobre adobe.
Cerca de la medianoche se realiza la “Apagata”, un minuto de silencio y penumbra para oír el crujir del barro y el paso del viento. Sin selfies, sin flashes, solo respirar y estar.
Sabores con identidad
La cocina será una postal sensorial: humitas suaves, cabrito a la lata, empanadas con comino nuevo y vinos de tinajas reales. Habrá aguas saborizadas con rica-rica y jarabes de chañar, además de dulces de membrillo con queso de cabra. Todo con trazabilidad local y precios cuidando el bolsillo.
“Que el turista coma como comemos nosotros, con tiempo y cariño”, dice Doña Lila, cocinera que mantendrá su horno vivo hasta el amanecer.
Oficios que se heredan
El eje del encuentro son los oficios que resisten. Habrá una mesa de adobes crudos para que niños y grandes pisen barro, mezclen paja y levanten pequeños muros. Se enseñará a reparar fisuras, a calar la luz sin fisurar la pared, y a encalar con suavidad.
Los alfajores de algorrobo, tejidos con lana de vicuña y cestería de tiento tendrán su rincón de honor. Se ofrecerán microcréditos solidarios y una guardia para registrar diseños y sellos de autor, protegiendo la identidad de cada pieza.
Cómo se compara con otras fiestas
Para entender su singularidad, conviene mirarlo junto a celebraciones vecinas. No compite, más bien dialoga. Aquí un cuadro que contrasta espíritu, escala y propuesta.
| Aspecto | Festival tinogasteño (nuevo) | Fiesta del Poncho (Catamarca) | Vendimia (Mendoza) |
|---|---|---|---|
| Escala | Pequeña y cercana | Provincial y masiva | Nacional e icónica |
| Sedes | Patios y oratorios | Predio ferial | Teatros y calles |
| Eje curatorial | Oficios y adobe | Artesanías y textiles | Cosecha y vino |
| Tecnología | Mapping sutil solar | Escenarios convencionales | Producción espectacular |
| Participación vecinal | Alta y orgánica | Media y rotativa | Baja y coreografiada |
| Ritmo | Intimista y nocturno | Continuo y diverso | Ritual y masivo |
| Gastronomía | Horno de barro y kilómetro cero | Regional amplia | Alta cocina y bodegas |
Logística amable y sin prisa
El acceso será a paso lento: cupos por tramo, reservados vía WhatsApp municipal. Habrá movilidad suave con bicis comunitarias, puntos de hidratación y cobijo al frío con braseros vigilados. Nada de plásticos descartables: vasos de cerámica y servilletas reutilizables.
La seguridad estará en manos de bomberos voluntarios y puestos de salud itinerantes. Señalética clara, pasillos para emergencias y un sistema de “compañía mutua” para que nadie camine solo en la noche.
Lo que queda después
Más que un evento, se busca un hábito. Si todo sale bien, quedarán faroles de arcilla en las fachadas, un horno comunitario nuevo y un fondo rotatorio para oficios locales. Quedará también la certeza de que el barro vibra cuando la gente lo canta.
“Que el viajero se vaya despacio, con polvo de camino y una canción pegada”, pide la coplera Rosa Pérez. En ese deseo cabe la medida de una fiesta que no grita, pero se oye a lo lejos.