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El coliseo santafesino cumple años

El Teatro Municipal de Santa Fe fue inaugurado el 5 de octubre de 1905, sobre un proyecto del arquitecto Juan Augusto Plou. Plou diseña un coliseo acorde a la calidad de las construcciones teatrales de la época dentro de la línea arquitectónica Luis XV, caracterizada por la belleza formal y la estupenda acústica.

Gentileza JC Ramírez

El gusto arquitectónico de la época de su construcción se ve reflejado en el estilo Luis XV que despliega el edificio. Uno de los detalles más significativos lo representa un grupo escultórico del escultor Nicolás Gulli montado sobre la fachada, el cual tiene alegorías a la música y la danza. A su vez en el interior se destaca un lienzo anular pintado por Nazareno Orlandi. Se le otorga la denominación “1° de Mayo” en el año 1918 como homenaje a la sanción de la Constitución Nacional de 1853.

El teatro forma parte del patrimonio histórico de la ciudad y alberga todo tipo de propuestas artísticas, locales y nacionales.

Para celebrar un emblema santafesino, buscamos otro, Enrique Butti, artista, creador, cine, teatro y literatura, periodista de cultura y espectáculos, con un bagaje cultural amplio y su amor por la vida, Enrique escribió “El Fantasma del Teatro Municipal”, libro que contiene descripciones sobre el edificio y detalles de quien lo ha caminado, o corrido, ¿por qué no?.

Butti, comienza recordando “mi novela ‘El fantasma del Teatro Municipal’ empezó una tarde en que acompañé a unos amigos que preparaban la puesta en escena de una especie de sainete. Yo los acompañé para ayudarlos a descargar los trajes y la utilería. Y después ellos empezaron a ensayar. Solamente el escenario estaba iluminado, el resto del teatro en una oscuridad total. Me senté en la platea y al rato, como me aburría, empecé a recorrer toda la sala, los pasillos, los palcos, llegué a la planta más alta a la que llaman gallinero y ahí cansado me senté en la oscuridad y alguien me tocó el hombro, quedé paralizado y de golpe salté y empecé a correr y todavía estoy corriendo”.

Siempre en tono humorístico, Enrique continúa ilustrando su experiencia en este edificio “conocí algunas partes del teatro, pero fue en otra oportunidad de la que preferiría no acordarme. Yo formaba parte de una delegación y había una guía que nos mostraba el escenario, la tramoya, las bambalinas. Y me quedé atrasado porque tenía los cordones desatados de las zapatillas. Y si hay algo que todavía hoy que soy un viejito, no sé hacer, es atarme los cordones de los calzados. Bueno, los botones también me causan problemas. Las corbatas directamente dejé de usarlas ¿Para qué hablar del cierre de la bragueta? Me lleva como tres horas… El caso es que me retraso, los otros visitantes y la guía ya estaban recorriendo los camerinos, y yo había quedado solo en el escenario peleando con los cordones que se me resbalaban de las manos como si fueran lombrices o chinchulines, hasta que me cansé, me incorporé, ahí miré para abajo y ahí estaba el foso donde se esconden los músicos y ahí en el foso un ahorcado… Cuando empecé a correr me tropecé con los chinchulines desatados y me ayudó el ángel de la guarda, me ayudó a levantarme porque entre los fantasmas de los teatros hay también muchos ángeles, por suerte. Salí corriendo, así que no conocí nunca bien el teatro”.

“El Teatro Municipal de Santa Fe es uno de nuestros mejores símbolos, es hermoso, y es hermoso porque también es un lugar de ensueño. Pero más lindo que los sueños hermosos, porque es un ensueño compartido compartido con otra gente, con toda la gente que nos acompaña como espectadores en las funciones” dijo el entrevistado. Luego continuó “ahora, mejor que no cuente esa vez que en medio de un concierto descubrí que la señora que estaba sentada a mi lado y el señor que estaba sentado del otro lado y la chica que estaba sentada delante y toda la gente alrededor y los que estaban en los palcos y más arriba, bueno no eran, no parecían, no sé cómo decirlo no eran gente de carne y hueso Eran más bien gente rellena de humo, en ese momento la soprano que estaba cantando en el escenario miró directamente hacia mi lugar y chilló como solo saben chillar las sopranos y gritó, ‘si somos ectoplasmas ¿y qué?’ salté hacia el pasillo y mientras subía llegué a escuchar que la soprano agregaba ‘¿y vos qué te crees que sos?’”.

Para culminar esta nota, el escritor nos dijo “Thomas Mann definió así a los escritores, son personas a las que escribir les cuesta más que al resto de la gente, porque como sucede en el teatro, cuando uno escribe, cuando uno escribe narrativa, hay que preparar el escenario, maquillar a los personajes, dirigirlos porque si los dejas libres hacen lo que quieren, hacerlos mover para aquí y decir lo que tienen que decir, no con la voz de cotorra que siempre tienen. Y que suceda lo que tiene que suceder para que el lector no tire el libro a la miércoles. Aunque hay muchos momentos en que todo sale mal. Los personajes bailan cuando tienen que llorar. Se besan cuando tienen que cachetearse. Entonces, a menudo, uno tira la toalla y que sea lo que Dios quiera. Pero a veces, no siempre, aparece la musa y arregla todo. Bueno, chao, les mando un abrazo”.


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